La hija de la lágrima

Te voy a matar, mamá - Crítica


Actúan: Mercedes Funes
Co-dirección: Fabiana Maneiro
Dramaturgia y dirección : Eduardo Rovner
Funciones: Sábados 21 hs. y domingos 19 hs.
Teatro: Ciudad Cultural Konex Sarmiento 3131 4864 3200

En la Ciudad Konex se estrenaron de manera casi simultánea dos monólogos escritos por Eduardo Rovner: Te voy a matar, mamá y Sócrates, el encantador de almas. Fue al primero, que bajo dirección del propio Rovner y con la actuación de Mercedes Funes nos dirigimos a ver en un frío domingo de mayo (valga la aclaración: el 1° de mayo, el día del trabajador; sí, sí, el circuito de teatro no descansa).
Este dramaturgo y director, con una extensa trayectoria en la escena porteña, contó en una entrevista publicada en la revista Experiencia Konex: “Siempre me interesó las complejidades de las relaciones humanas. Por otra parte, creo en el arte como posibilidad de un acercamiento a los misterios, a las pasiones, tanto como una herramienta importantísima para dejar testimonio del tiempo que vivimos. Y el acercamiento al misterio de las pasiones nos permite entender un poco más ese laberinto, paso esencial para la posible solución del conflicto.” Es por eso, y con esa intención de adentrarse en los laberínticos procesos de las relaciones humanas, que en esta reciente obra indaga sobre la relación conflictiva (engorrosa, ardua, difícil, quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra, ¿no?) entre madre e hija, a partir de un conflicto: la planificación del asesinato de una madre en manos de su propia de hija con el fin de, a partir de esta muerte, alcanzar su liberación.
Ahora bien, si la trama se presenta bastante tentadora (nuevamente: quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra), a medida que avanza la puesta comenzamos a desilusionarnos cada vez más, a sentir que aquello que se intenta cuestionar desde el plano dramático poco lo logra desde un espacio escenográfico que atesora escasos objetos, que a modo de reliquias, pretenden interactuar con el monólogo de la actriz. Pasando revista a los más conocidos traumas, articulando un discurso que entrecruza la psicología de salón y el reservorio literario a manera de “saber enciclopédico” sin problematizar demasiado en lo que se enuncia, el texto se vuelve simplista, lineal y predecible. Asimismo, y si ya la puesta en su todo hace decantar las esperanzas, también desde el plano actoral esto se acompaña. Mediante un llanto casi constante por parte de Mercedes Funes que exaspera más de lo que conmueve y, sobre todo, con una escasa profundización en el encabalgamiento entre “sentir” y “decir” que no alcanza a evidenciar una acertada conjunción entre los actos de habla. Si bien son logradas algunas de las imágenes escénicas por parte de una iluminación tenue que enfatiza esta especie de “limbo” desde la cual se narra como así también la proyección de una atmósfera mortuoria -a cargo de Miguel Morales- por el resto preferimos pasar por alto esta experiencia teatral que mas que acercarnos a los misterios de las pasiones, nos hace huir rápidamente…